jueves, 24 de diciembre de 2009

Esteban Rodríguez: “Con sólo dos tonos se puede componer el sentido de la vida”.-


El sociólogo y abogado que coronó la Quinta Muestra Ambulante con la presentación de su libro Los caminos del rock, se sumerge en las entrañas del género y desnuda el fenómeno. “Me interesa su telón de fondo, esa particularidad que lo vuelve performático”, subraya. Y, además, vincula la “falta de representantes” en el rock de esta década con los avances tecnológicos: “Las maneras de acceder y escuchar música cambiaron”.

Por Guillermina Watkins
Fotografía de The Dark Flack

La Plata, diciembre 24 (Agencia NAN-2009).- Un año más termina, pero no cualquiera: se acaba la década que logró posicionar al sonido indie en las bateas internacionales, en el reproductor de algún DJ del mundo, en los oídos de algún sabelotodo que mira desde arriba y le pone play al decenio que se avecina. Habrá música nueva: más bandas sorprenderán a los que transitan por la ciudad de las calles sin nombre y estrenarán un lapso que quizás no sea muy distinto al que termina. Sin embargo, y más allá de quienes osen tildar a estos diez años de “vacíos”, es necesario hacer un flashback a esos lugares ambiguos que sólo pueden convivir en el rock. Por los caminos del rock, el sexto libro de Esteban Rodríguez, un balcarceño que adoptó a La Plata como “su lugar”, se propone como guía espiritual para el melómano, el rockero y todo aquel que no tenga miedo a subir a la Gran Maquinaria de la Historia.

El libro, que cuenta con varios ensayos escritos por Rodríguez durante los últimos diez años, tomó forma en una conversación entre él y la cantante Liliana Herrero. Esa noche, ocurrida no hace mucho, hablaron de rock: Liliana cuestionó el “caradurísmo” de los jóvenes que tocan siempre dos acordes y creen que inventan el mundo. La ingenuidad, la arrogancia, el querer ser “el punto cero de la historia” eran los problemas básicos para ella. En esa charla, Esteban la escuchó, atento, pero nunca dejó de resaltar que él pensaba lo opuesto: la inocencia, la necesidad de “resumirse en dos acordes dentro de un mundo cada vez más amplio”, la constante búsqueda de una identidad propia, era para él lo más conmovedor del rock.

En esa clave musical, el abogado, sociólogo y ensayista otorga un puñado de textos con mucho ritmo, cadencia y esa desprolijidad prolija que envuelve a toda canción del género. Tracks cortados y pegados, un todo que sólo busca comprenderse a sí mismo. El recorrido narrativo comparte totalmente la esencia de su objeto de estudio: la juventud, los estereotipos, el “detrás de escena”, el mercado, los disfraces y las groopies. Todo eso --y mucho más--, en ensayos rebeldes que son no sólo un simple análisis de letras o relaciones contextuales, sino más bien los telones de fondo que componen la matricula del rock, narrados por Rodríguez con la destreza de un guitarrista. Bob Dylan, Patti Smith, Kurt Cobain, Pity Álvarez, David Bowie, Norma, Babasónicos, Neil Young, Cash y Gustavo Cerati conviven en plena calma en las 386 páginas de los “tracks” de este “viejo cassette”.

-- En el libro, usted dice que el rock es “indefinible” y que “no tiene esencia”, ¿qué destino trazó con esa hipótesis?
-- El concepto clave del libro es el rock y el tiempo. Porque creo que una manera de explorar el tiempo y habitarlo es a partir del rock, porque brinda la posibilidad de salirse del tiempo. Quería rescatar lo que a Herrero le molestaba, que es lo que a mí me fascina: pibes de entre 15 y veintipico que tocan dos acordes que ya se tocaron mil veces y piensan que están inventando algo nuevo. Es por eso que digo que es una manera de salirse de la historia: el rock permite desplazarse y reinventar todo. Mientras que los músicos de jazz tienen que tener una paleta amplia de colores, aquí pasa lo contrario, porque, en una tarde y con sólo dos tonos, uno puede componer una canción e ir inventándose, ir construyendo el sentido de la vida.

-- ¿Se puede adoctrinar al rock, decirle qué tiene que hacer?
-- El rock no es solamente música o una canción, sino todo lo que la envuelve. Por eso no me gustan mucho las revistas del género, porque lo piensan solamente a través de la música. Me interesa volver sobre su telón de fondo, que no recae en su pintoresquismo o en hacer excéntrico al cantante de turno, sino en que tiene una particularidad que hay que averiguar, investigar. Ese telón de fondo es lo que vuelve performático al rock. Por ejemplo, en La Plata, las bandas cargan con un linaje que a veces es difícil de sostener, que no es sino un conjunto de otras prácticas que están boyando constantemente alrededor: el lenguaje de la parodia y el de la ciudad, la puesta en escena y otras cuestiones que no le son menores al rock. Hay una apuesta en el cancionero que no está exento de cierta ironía.

-- Hay quienes dicen que no hay representantes musicales de esta década que termina, ¿cree que es así?
-- Está bueno que así sea, y en parte se debe a los avances tecnológicos. Las grandes discográficas han eclosionado. “La información quiere ser libre”, decían los cyber punks, y me parece que se han creado las condiciones para esa circularidad, para el libertinaje de información. Uno puede acceder a una cantidad de bandas y música que antes era inaccesible. Hoy podés escuchar lo que se está escuchando en Oslo, Indonesia, Inglaterra, a la par de lo que se está escuchando en La Plata y en el país. Hay una cultura de la alternancia que es permitida a través de la tecnología. Han cambiado las maneras de acceder a la música y, por ende, de escucharla. Nadie queda afuera. La posibilidad de acceder rápido a la información ha permitido multiplicar las tribus, no hay un referente único. Eso es buenísimo. A los jóvenes de hoy no les gusta la “mantequilla demasiado mantequillosa”. Es decir, nadie tiende a quedarse encorsetado en un estilo, sino a ir de uno a otro, justamente por la gran cantidad de información que existe. Es una mochila más liviana en cuanto a obligaciones, pero es difícil moverse en una sociedad de la información.

Fanático de Norma, El Mató a un Policía Motorizado, Prieto Viaja al Cosmos con Mariano, entre otras bandas, Esteban compuso Por los caminos del rock como una especie de autobiografía, escrita siempre al compás de alguna música. Las canciones sobre las que vuelve constantemente son aquéllas que fueron fechando su presente continuo y que le permitieron eternizar momentos en su memoria rígida. En clave aleatoria, entre sus anécdotas y el mensaje de cada cancionero, Rodríguez convida las vivencias y aportes de cada generación para apropiarse de su cultura.

Blog: http://rodriguezesteban.blogspot.com

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Discos: "La historia del agua". (La modernidad de apolillarse, 2008).


El debut del cuarteto platense es una colección de canciones con espíritu histórico y latinoamericano, presentadas en clave folclórica pero con la intención de jugar con los ritmos de todo el continente.

Por Guillermina Watkins

Buenos Aires, diciembre 1 (Agencia NAN-2009).- El viaje del agua como fuente creadora de vida y madre de todos los seres del cosmos. En once temas, eso es lo que La Modernidad de Apolillarse intenta describir en su reciente disco La historia del agua. Pero también, y ojo a los oídos desatentos, su debut convida su crítica al sistema moderno que apolilla y que marca pautas musicales y formas de vida. Para explicarlo, el guitarrista Manuel Núñez admite: "Un folclorista de ley no nos consideraría folcloristas, tampoco seríamos tangueros para el tanguero y menos rockeros para el rockero". Es que La Modernidad hace carne el dilema musical que intenta encasillar a la música, componiendo por antojo, aunque al servicio de la canción, piezas que mezclan las sonoridades latinas.

La banda surgió en 2002 en el circuito platense de música popular y ya realizó presentaciones en bares, centros culturales y espacios públicos de la ciudad. Luego de años de experimentación musical, en los que intentaron recorrer varios estilos latinos, editaron a fines de 2008 La historia del agua, un disco en clave folclórica que se permite jugar con todos los ritmos del continente. ¿Los viajeros? Sebastián Morro en voz principal, guitarra y flauta traversa; Manuel Núñez en guitarra española, eléctrica y voz; Marcelo Coullery en bajo y voz; Juan Castrillo en percusiones, y Laura Briones como artista invitada en voces y charango.

En sus canciones pareciera existir un intento de rescatar la larga tradición de la trova del continente, como encaramados detrás de aquella figura del cantautor que históricamente ha sido consecuente con su arte, su vida y su territorio; y que, desde sí mismo –como una especie de yo poético-- emite construcciones del mundo. Es que estos jóvenes importados a la ciudad cuadrada se hacen eco de la historia del país y desde allí componen, como en "Milonga del Selenita", dónde Morro toma posición y declara que se dedica a "querer cantando" y no se resigna "a tener sin canto".

La voz de Morro recorre tantos lugares. Primero, con una poesía que habla y mantiene despierto al que escucha, con climas amenos y mañaneros como los de "Ansiedad", un tango que relata la ansiedad de la espera como la "belleza triste de un jardín sin flor". O en la presentación de un descanso durante un viaje, en el que la pausa es tan tranquila, que relata "Alto en La Paz". También están presentes los manifiestos de un ser en cambio constante, como documenta "Sed", que narra la historia de un hombre que está en el desierto y que, por fuera de las limitaciones de tiempo y espacio, del dolor y de los temores, busca el agua y "bebe el Cielo boca arriba y de un tirón".

Pero La Modernidad también se da el gusto de pegarle al sistema, al recordar fantasmas. Así, en "Monsanto", y con un juego de palabras que hace acordar a las técnicas de la rima en Girondo, le cantan a la "soja deshoja palmar, soja deshoja bambú, soja Monsanto"; o en "La historia del agua" le hablan a ese elemento como sentimiento, sangre, savia, leche y lágrima, que cuando es conquistada, se convierte en agua para los tubérculos, esclavizada. "Hiroshima-Nagasaki", dedicada a la nada misma después de un desastre nuclear, completa los segmentos más históricos.

Todo debería tener un final feliz. Y La Modernidad se atreve a dar un consejo a través de "Más simples", que invita a la simpleza en los momentos de confusión e incita a encontrar un caminito entre los escombros para salir de la miseria y pasar "de lo imposible a lo probable, de lo insoñable a lo visible, de lo que somos a algo más simple, para librar caminos y caminar libres".

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