domingo, 24 de enero de 2010

Artepidol: una pastilla contra la exclusión social.-



Se trata de un colectivo de jóvenes psicólogos sociales. Desde 2002, brinda talleres artísticos a los usuarios de los servicios de salud mental de Río Negro y Neuquén y realiza muestras anuales e itinerantes. "La idea es seguir trabajando con el arte para transformar y transformarnos", concuerdan. Habiendo participado en la última edición del Festival de Artistas Internados y Externados de Hospitales Psiquiátricos organizado por el Frente de Artistas del Borda, Artepidol va por más: un libro de poesías y la consecución de un espacio propio son las prioridades para el año que recién arranca.

A la noche se levantan las enfermeras
diciendo que ya va a haber tiempo para llorar.
Ahora empecemos a romper este lugar.
Bicho Bolita, “Canción de Artepidol”

Por Guillermina Watkins
Fotografías gentileza de Lucas B.

Neuquén, enero 15 (Agencia NAN-2010).- En la ciudad de Neuquén, un territorio con más de cien años que se debate entre el ser una gran ciudad y el alma de pueblo. Ahí, donde varios crímenes políticos han sido cometidos entre los secretos de una esplendorosa cordillera y donde el petróleo y el turismo le sacan el brillo a los cabecitas negras y a los “loquitos” que se van acumulando con el correr de los días. Ahí mismo, entre tanta contradicción, entre tanto terreno fértil por cultivar, la esperanza brota de los cimientes impulsada por la fuerza geológica del valle.

Esperanza que no se viste sólo de verde, sino también de diferentes texturas, y que se sostiene por la fuerza de la acción social. Tal es el caso de los chicos del Taller Artepidol, quienes hace ocho años trabajan sin prisas pero sin pausas para lograr, a través del arte, la promoción de la salud social, la integración de los usuarios a la comunidad y sobre todo, la desmitificación del estereotipo que recae sobre el sufriente mental.

Los Artepidol son un grupo de jóvenes psicólogos sociales y colaboradores de no más de 35 años promedio que, viendo las necesidades de los usuarios de los servicios de salud mental en la región del valle de Río Negro y Neuquén no suplidas por el suministro de medicamentos, decidieron armar un taller artístico que desarrollara y despertara otras facetas del inconsciente de quienes ahí acuden. “La mayoría de las drogas psiquiátricas son neurotóxicas, producen en mayor o menor grado una incapacitación neurológica generalizada. Detienen las conductas que disgustan a algunos, incapacitando a la persona, que ya no puede sentirse enojada, infeliz o deprimida. Pero, ¿podemos llamarle curación? Artepidol no pretende curar a nadie, sólo alivia angustias e intenta armar el presente a través de la visualización de un proyecto de vida”, afirman a
Agencia NAN Rocío, Gustavo, Diego, Malena y Walter, coordinadores del Taller Artepidol y de Domingo Terciopelo, la muestra mensual que el taller realiza. Junto a ellos, Fernando, Javier, Mari Luz y Gustavo, usuarios de los servicios de salud mental, asienten en una charla debajo de un fuerte viento neuquino.

-- ¿Cómo y cuándo arrancaron los Domingo Terciopelo?
-- Arrancaron en 2002, a partir de la necesidad de tomar contacto con el trabajo que se estaba haciendo en la Casita Psico-Social del Hospital Regional Castro Rendón, que era un taller de canto llamado
Canción con todos, armado por algunos camilleros del servicio. Ahí comenzamos a trabajar como auxiliares y vimos que el espacio estaba buenísimo y que le hacía bien a los chicos. En ese momento, tuvimos la necesidad de mostrar lo que ahí se producía a toda la comunidad para cortar con la práctica de la invisibilización y el encierro de los sufrientes mentales. Entonces, armamos, junto a treinta usuarios, los Domingo Terciopelo. Los primeros cuatro o cinco encuentros estuvieron organizados de la misma forma: tocaba una banda, había lectura de poesía y cerraba siempre el coro del Taller. Al año siguiente, empezamos a darle más forma, porque no queríamos sólo mostrar, sino comenzar a darle una carga más política, con un posicionamiento más claro, intentando derribar muros sobre las concepciones y los estigmas, y con ese trabajo empezamos a caminar y fuimos transformando el espacio cultural en un espacio de denuncia, de comunión artística. Así empezamos a crecer. El primer año, hicimos cinco muestras con no más de treinta personas, pero a partir del año siguiente tuvimos que dejar la Escuela de Psicología Social e ir rotando por lugares más amplios de la ciudad.

-- ¿Y cómo surgió Artepidol?
Gustavo Rulo Lupano:
-- Ya veníamos trabajando junto a Canción con todos. Ese año, yo estaba por terminar la carrera de Psicología Social y tenía que hacer una pasantía. Claramente, tenía pensado qué quería hacer y armamos un equipo para trabajar dentro del Servicio de Internación. Hasta entonces, veníamos trabajando con pacientes ambulatorios en La Casita. En ese momento, había un psiquiatra de director que tenía bastante apertura y durante ese 2004 empezamos a trabajar en la única experiencia artística que hubo dentro del Castro Rendón en el servicio de internación. Estuvimos todo ese año y, en el 2005, las nuevas autoridades nos dijeron “chau, chau” sin argumentos claros. Nos dejaron afuera aún sabiendo que a los usuarios que asistían les hacía bien. A fines de 2004, se incorporó Romina, que tenía que hacer su trabajo de pasantía, e hicimos un enroque: ella siguió coordinando y yo seguí de manera satelital.

-- Ese nombre suena a pastilla antipsicótica…
-- Exactamente: Artepidol viene de resignificar la palabra "Alopidol", que es un medicamento base para producir quietud y endurecimiento en quienes tienen problemas psicológicos. En dosis altas, se te puede caer la baba y provoca temblores. El nombre surgió porque un día estábamos en el taller de arte, que no tenía nombre, y en un recreo con mates de por medio, nos pusimos a charlar sobre la medicación. La mayoría de los que estaban la tomaban. Y empezamos un juego de asociación entre las pastillitas de colores y la paleta de colores que usábamos para pintar. Hasta que dijimos: “No queremos más Alopidol, queremos Artepidol”.



-- ¿Cómo se posicionan ante la medicación?
-- En realidad no estamos en contra de la medicación, pero sí de la medicalización del sufrimiento. Creemos que la terapia no tiene que basarse sólo en una pastilla. Tiene que haber terapias creativas, temporales, grupales: acción social. Porque todo esto permite una inserción social. Es fundamental que haya espacios de terapia dignos, donde te escuchen, te comprendan y donde los que brindan atención puedan trabajar en buenas condiciones. En los hospitales suele haber poco personal y la tendencia es despachar al usuario a los diez minutos… La pastillita y a otra cosa. Con Artepidol buscamos denunciar la falta de políticas de salud mental.

-- ¿Qué efectos ha logrado a nivel provincial la experiencia de Artepidol?
-- Hace poco nos hicieron llegar un proyecto de ley muy parecido a la ley 2440 que hay en Río Negro y que establece la desmanicomialización. Tiene puntos similares, contempla las terapias laborales, creativas; un montón de dispositivos que son muy buenos pero que, como en la provincia vecina, terminan siendo letra muerta porque no se llevan adelante, porque no hay plata, ni apoyo político.

-- ¿Y la tendencia de apartar, de excluir, sigue siendo la misma que en todos lados?
-- Se van armando pequeños guetos que le cierran la posibilidad de insertarse en la sociedad al sufriente mental. Intentamos derribar esas concepciones con Domingo Terciopelo. Obviamente, nos falta la pata laboral, pero trabajamos desde la autogestión y somos un grupo reducido. Creemos que ése es nuestro grano de arena.

-- Participaron en el 10° Festival y Congreso Latinoamericano de Artistas Internados y Externados de Hospitales Psiquiátricos en Mar del Plata, organizado por el Frente de Artistas del Borda. ¿Cómo fue esa experiencia?
-- Fue la primera vez y estuvo buenísimo. Mucha gente fue a ver Una obra artepidolesca, que se basó en la construcción de personajes a partir de trabajar con el par salud/enfermedad . Hay un usuario, que es quien abre la obra, denunciando el precario estado de los servicios de salud mental. Mari Luz y Gustavo representaron a la enfermera que callaba a todos y al paciente, respectivamente; y Fernando personificó el cansancio de los pacientes de la región: en un momento se levantó entre tanto silencio y simplemente dijo: “Basta”. Terminamos con la canción de Artepidol que el cantautor neuquino-platense Bicho Bolita compuso cuando estuvo internando en el hospital. Lo mejor de todo fue haber llegado hasta ahí sin ningún apoyo provincial ni municipal. Llegamos a través de la autogestión, desde los márgenes del sistema de salud, y fuimos a representar a todos los usuarios de salud mental de la región del Alto Valle.

-- ¿Cómo cerraron el 2009 y qué planes tienen para el año que empieza?
-- Lo de Mar del Plata fue parte del Domingo Terciopelo Itinerante: en Neuquén se había cumplido la premisa de acercar el arte de los usuarios a la comunidad y era hora de empezar a salir por el valle para presentar esto los domingos, contactar gente que esté trabajando en el mismo sentido que nosotros e invitarla a que participe para expandir el contacto con la comunidad. Ya llegamos a Allen, Plottier, Fernández Oro, Centenario, Roca, Cipolletti, Junin de los Andes y Mar del Plata. El año pasado, además, mucha gente se sumó a Artepidol a través de la participación en los talleres de la Escuela de Psicología Social y cerramos el año con Javi, un usuario, arriba del escenario del Ruca Che, junto a Manu Chao, denunciando el estado de la salud pública en la provincia. En esa oportunidad, Javi le entregó a Manu Chao un diploma y un video que realizaron algunos alumnos del Instituto Universitario Patagónico de las Artes (IUPA) sobre Artepidol junto a los obreros de Zanón y a representantes de comunidades aborígenes. Por otra parte, durante 2010 vamos a sacar un libro de poemas colectivos e individuales a través de la editorial Cartonerita Solar. Y seguiremos trabajando con Artepidol en la cárcel de mujeres. Este año, juntamos a los chicos con las reclusas de la Unidad XVI y llevamos a la banda La Estafa Dub. Estuvo buenísimo. La idea es seguir trabajando con el arte para transformar y transformarnos.

Sin bajar los brazos, los chicos que conforman Artepidol aseguran que uno de sus sueños más importantes es conseguir un espacio propio, donde pueda haber propuestas culturales, profesionales atendiendo, talleres y un espacio para quienes necesiten un lugar para vivir. Es decir, una casa social, cultural y terapéutica, tan pero tan grande como para que quepan, en metros cuadrados, las esperanzas de jóvenes que, de la mano del arte y no de las pastillas, le piden una segunda oportunidad a la vida.

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