lunes, 7 de marzo de 2011

Discos: “Autopunch” (ERP, 2010).-

No todo es olas y colas Reef en el sector costeño del país: así lo demuestra el Ejército Romántico de la Playa, banda de bañeros de Chapadmalal y Mar del Plata que acaba de lanzar un disco de rock insurrecto.

Por Guillermina Watkins

Buenos aires, marzo 7 (Agencia NAN-2011).-
Hace unos años una película pretendió retratar la vida de los bañeros argentos como un estereotipo que resaltaba el impulso animal a primera hora, el deseo de fiesta, la playa y la arena sucun dum sucun dum en porciones iguales. Pero no todo es olas bonitas y colas Reef en el sector costeño de Argentina. Como contracara, el ERP (Ejército Romántico de la Playa), una banda de bañeros de Chapadmalal y Mar del Plata, aparece en la escena musical con un disco de trece temas que es un baldazo de buena onda, alegría, panderetas y guitarras rockeras y un sabor oscuro entre tanta algarabía de pieles que sudan en verano.

ERP es un rock de cualquier otro lugar. No se parece a las líneas musicales de Buenos Aires con su estilo tan rock nacional ni tampoco a las bases indie platenses porque proponen otros códigos. Si no piensen en la aparición un poco melódica, otro poco melancólica y de canción de autor que tuvo Loquero en esos tiempos donde el punk rock era más cuadrado. Así, y con un integrante que alguna vez formó parte de Loquero, justamente, la banda formada por Jorge Areta, Juan Pablo Taglioni y Matías Arano propone un cálido sonido rockero y electrónico con el sello de una poesía que recorrió, como todo ejército, grandes márgenes del país y pretende dar cuenta de eso en sus canciones.

Autopunch, el primer disco de la banda, es una poderosa mezcla de rock, de voces que con delay pretenden extenderse en el tiempo y espacio de una nota, poderosas letras de amor y de calles y pasajes recorridos, de placeres ocultos y de crítica a determinados estandartes occidentales como la Iglesia, el Estado y el estado, también, de las cosas.

Aparecen matices y estilos que hacen surfear al oyente por sonidos como DDT, Loquero y alguna reminiscencia babasónica. “Martina” abre el juego a la diversión, ya que es una canción de amor con guitarras surferas con mucha onda, como también sucede con “Carcas a Cheo”, con voces a capela y un bajo bien al frente que se va tornando en el momento más bailable del disco y que termina cuando empieza “E” o “Sur-F” dos temas erpianamente chill-out que hablan de un paisaje ventoso de mar, donde “el viento trae la respuesta a una pregunta vieja”.

En esa clave más introspectiva aparece un tema que por su título tranquilamente podría ser del Indio Solari, “Virgen delivery”, que es una súplica a la Santa Evita Montonera, diosa de los caídos en Cromañón, una virgen madre que en su vientre lleva “a los hijos descarriados de la Revolución Guerrillera, ruega por nosotros Rolling Stones, perdidos entre el humo de las bengalas y las marihuanas. Amén”. O la canción oscura con toques de post-punk que relata, básicamente, la historia de un personaje desamparado por sus propias instituciones “¿qué vas a esperar de la Constitución Nacional? O ¿qué vas a esperar de la Sociedad Rural?” y al que llaman rockero y subversivo.

Para cerrar, cuatro temas bien abstractos, bailables, oscuros, electrónicos, que quedan a disposición de un oyente activo que quiera sumergirse en las profundidades del Ejército pacífico de románticos playeros. Trece canciones que nos hablan en clave rock, pero de un rock de algún otro lugar.

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