lunes, 5 de noviembre de 2012

“Casa Tomada” en el Teatro Montes de Oca.-



Casa tomada es uno de los cuentos más famosos de Julio Cortázar y uno de los más estudiados en la educación pública costarricense. La adaptación de la directora Lenny Alpízar responde a un punto de vista político, el mismo por el cual el relato de Cortázar es leído en ese país: Costa Rica continúa con los ruidos de una dictadura democrática.
Por Guillermina Watkins  Desde Costa Rica
Fotografía gentileza de Oshún
El debate de si el contexto influye al texto o si es el texto es una pieza única e irrepetible, por fuera de cualquier influencia contextual, sigue vigente en las esferas académicas. Sin embargo, cuando algún escrito surge para modificar el modo de decir las cosas todos los parámetros de discusión se reabren, incluso, para ser puestos en jaque. Tal fue el caso de “Casa Tomada” de Julio Cortázar, (publicado por primera vez en la revista que dirigía Jorge Luis Borges Anales de Buenos Aires y recogida enBestiario en 1951), cuento del que mucho se ha dicho y que ha recorrido las latitudes y longitudes del planeta como material de estudio. En ese recorrer llegó a tierras costarricenses, convirtiéndose en uno de los cuentos más estudiados en la educación publica debido a que también, según afirman los teatreros, puede ser aplicado a esa Costa Rica que ha sido tomada por los Arias desde 1986 y que aún continúa con los ruidos de una dictadura democrática.
Bajo ese punto de vista político de la realidad que atraviesa este país, es que la directora Lenny Alpízar del grupo de teatro Oshún decidió construir su mirada sobre “Casa Tomada” y llevarla hacia algo mas: universalizarla. De este modo, y después de poco más de un año de creación, se decidió que la adaptación sería con objetos.
La puesta, que tuvo este fin de semana su reposición en el Teatro Montes de Oca (la obra inicialmente fue estrenada durante 2011), contó con el apoyo de la Compañía Nacional de Teatro y de la Embajada de Argentina en Costa Rica, pero además se convirtió en una de las obras mas aplaudidas de la escena teatral de la ciudad de San José.
La adaptación, con música original, se trata de un trabajo fundamentalmente anclado en esa parte surrealista del cuento que es a la que Cortázar aludió siempre como motor de su escritura (él decía que lo había soñado). Por eso, la pieza está totalmente construida en base al trabajo de dos actores en escena (una mujer y un hombre) que emplean grifos de cocina como personajes y que se van trasladando a través de una escenografía minimalista y precisa, mostrando cómo ese espacio va siendo “tomado” de a poco.
Es así que, durante 40 minutos, sin palabras mediante, ambos sujetos-grifos van mostrando la clásica historia: la de los dos hermanos que durante el día se encargaban --nada más y solamente-- de limpiar la casa, cocinar, tejer y leer hasta que estos ruidos comenzaron a despojarlos de su casa y de su cotidianidad que parecía inquebrantable.
La obra de Alpízar, que se presentó en varios festivales y encuentros nacionales y latinoamericanos es, sin duda, una puesta  artística interesante, novedosa y original de las que no se han visto muy seguido por Argentina, inclusive. Pero, así como Cortázar tampoco se encargó de nombrarlo, el supuesto contexto político de la Argentina de la década del cuarenta tampoco aparece (si es que Cortázar realmente lo escribió como una alegoría antiperonista para “caer en simpatías con Borges”). Es  notable el trabajo minucioso que se realizó para generar, sobre todo, la atmósfera de sueño y pesadilla que inspiraron, claramente, al mismísimo Cortazar.
Es por eso que, además de la originalidad que radica en la utilización de los personajes (e incluso las dos otras actrices que solo entran en escena para representar los ruidos de los “intrusos” y a modificar el escenario) se basó fundamentalmente en el trabajo de esos mundos internos de los personajes y en cómo resaltar y exteriorizar sus posturas a través de la escenografía, la luz y la música.

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