lunes, 5 de septiembre de 2011

¿La familia ante todo?

 

Por Guillermina Watkins
Neuquén >¿Hasta cuándo puede mantenerse una mentira?¿La familia es sólo una empresa que debe conservarse cueste lo que cueste? ¿El fin justifica los medios? Estos fueron los interrogantes que durante el fin de semana, los cientos de neuquinos que se acercaron al Teatro Español a disfrutar de “Todos eran mis hijos”, la obra dirigida por Claudio Tolcachir, se plantearon.
La apuesta basada en la novela que lanzó a Arthur Miller en 1947, contó con las excelentes actuaciones de Lito Cruz, Ana María Picchio, Esteban Meloni, Vanesa González y Martín Henderson, quienes mantuvieron expectante a un teatro colmado. Durante una hora, la obra supo conjugar una potente carga dramática con los típicos gags argentinos.
De este modo, la puesta dibujó una familia tipo que, después de la Segunda Guerra Mundial -y luego de que uno de sus dos hijos se suicide en combate -, pareciera haberse estancado en el tiempo.
Su madre lo espera ciegamente, al igual que su padre, quien salió airoso de un juicio por haber vendido a las Fuerzas Armadas armamento en mal estado, lo que causó la muerte de 21 pilotos.
Mientras tanto, el otro hijo se enamora de la ex pareja de su hermano, y la invita a regresar al pueblo. Es en ese viaje de vuelta, los velos de la familia -y los de una sociedad que convierte a sus “héroes” en “nadie”- comienzan a caerse.
Con la llegada de Ann se descubre la culpabilidad del padre de familia que, a costa de hacer negocios, arriesgó la vida de los pilotos e hipócritamente condujo a la muerte de su hijo. Detrás de esto, se encuentra la mujer que silenció para proteger a su marido y el otro hijo que, sin saberlo, fue funcional a esta estructura “empresarial” de la familia.
Y en ese vacío de la mentira, el fin: el padre se suicida, dejando más desnuda a su familia que antes.
Así, “Todos eran mis hijos”, además de una gran obra de teatro es una invitación a la reflexión que atraviesa décadas.

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